CIUDADANOS AL GRITO DE GUERRA

Medio: El sur de Campeche

Periodista: Aranda González

Guerra es por definición, un conflicto socio-político entre dos o más grupos humanos de diferente ideología, motivación y propósitos, que pueden ir desde la sagrada defensa de la soberanía y el territorio hasta la vil intención de arrebatar a otra nación su suelo o los recursos que la naturaleza le dotó.

Las guerras han sido totales como la primera y segunda conflagraciones, que envolvieron a la mayoría de las naciones en un conflicto armado que destruyó casi en su totalidad sus economías. Las ha habido parciales como las de Reforma y Revolución en México, la Bolchevique en Rusia, la Civil de España, y la de Secesión en Estados Unidos, por ejemplo.

Su origen es tan remoto como la larga noche de los tiempos, y han experimentado cierto grado de sofisticación, hasta el establecimiento de reglas para su práctica. Armamento, uniformes, y otras cosas que observar entre los beligerantes. Reclutamiento, leva, voluntariado, pero principalmente, profesionales en el uso de las armas y los recursos bélicos.

Queda claro, y muy claro, que en una guerra hay bajas en combate, víctimas casuales y, los criticados daños colaterales. No obstante, el mayor número ha de darse entre la gente de uniforme y con un arma en la mano, de preferencia sin afectar a la sociedad civil, y menos aún a mujeres, niños y ancianos.

En sentido estricto, si bien no está pactado en ningún tratado u ordenamiento, existe otro tipo de guerra, más cruel, más letal, y con consecuencias más graves que enfrentarse a un rival visible y con una indumentaria determinada, la que se libra en contra de micro organismos.

En una guerra bacteriológica o contra nuevas cepas, no existen reglas claras para combatir al enemigo que cíclicamente se ensaña con la humanidad. Cólera, peste, viruela, gripe española, influenza, polio, sarampión, difteria y otros males, suelen ser más crueles por un enemigo que no se ve y por mala fortuna, golpea con saña primero a los más débiles y vulnerables.

Ahora mismo, México y el mundo libran una feroz batalla contra un virus que aunque estábamos avisados de su llegada, nos encontró divididos, desinformados y mal equipados. Tres meses de anticipación no fueron suficientes para formar un frente común y un ejército vestido de blanco, pertrechado y preparado para enfrentar a un enemigo que no es de carne y hueso.

Un noble ejército está dando la cara por nosotros. Un puñado de hombres y mujeres de albo traje, desabastecidos y con recursos a veces aportados por ellos mismos, han formado un sólido muro de contención a la pandemia. Lamentablemente, muchos de esos soldados de la salud han caído en la batalla, lo que nunca debió ocurrir.

Noticias falsas, errores, falta de coordinación, ineptitud, impericia, improvisación, dolo, mala fe, sucios actos de corrupción, eso y otras cosas habrán de saberse cuando todo haya terminado y llegue la hora de poner las cosas en su lugar. Se sabrá quienes fallaron a los mexicanos. Por qué se hicieron compras de equipos a precios altísimos a personas ligadas a altos funcionarios del gobierno, sin licitaciones y sin cubrir los mínimos requisitos de la debida transparencia.

Llegará el día en el que la voz de los muertos, sean doctores, enfermeros o gente del pueblo, a través de los que queden exijan respuestas claras de lo que realmente ocurrió. Cuando lleguen los recuentos, podría haber cosas que hagan ponerse rojo el rostro de la famosa “casa blanca”, y hasta palidecer asuntos como el tristemente célebre de las quimioterapias con agua. A la hora de la verdad, el juicio de la sociedad y también el de la historia serían implacables ¡Al tiempo!

Lo que pasa en Champotón, se queda en Champotón

“ Ni las hojas de los árboles se mueven sin la voluntad de Dios ”, solían decir las venerables cuanto religiosas abuelas que acompañaron e hicieron feliz nuestra niñez pueblerina.

“ Si no te gustan los resbalones, ni te pares por la cocina”. También, “si quieres saber el nombre de tus antepasados, métete a la política ”, decía socarronamente el abuelo de las miles de historia en las cálidas sobre mesas de la casa paterna.

“ Pi-pi, pinto y pa-pa, rado ”, repetía a cada momento en medio de la adrenalina de cada jugada el consuetudinario e inveterado jugador de póker de la cabecera chenera, popular por su tartamudez que se acentuaba con la emoción de los embates entre tercias, fulles y corridas mayores.

Algo así habrá sucedido en el hogar de célebres personajes y entrañable escenario de la histórica “mala pelea”. La semana que recién concluyó, una dama vestida con vistosa blusa y peculiar calzado, pretendiendo apoyar la alicaída causa de su partido, al grito de “ basta ya de robarnos lo que el presidente nos regala ”, armó la gresca y la de dios es padre.

Nota completa en:

https://www.elsur.mx/de-mucho-un-poco-139/

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