EMOCIONES QUE CONTAGIAN

Medio: El Sol de San Juan del Río

Periodista: Redacción

Los diputados rebozaban euforia. Nunca antes como entonces los tribunos se habían empeñado –como se empeñaban ahora- en defender los intereses de los que habían votado por ellos y aún de quienes habían sufragado por otros partidos, y hasta de los que se habían abstenido. De manera que aprovechaban cualquier oportunidad, para hablar de los proyectos legislativos tan ambiciosos que cada uno de ellos traía en su alforja legislativa.

Tan contentos andaban que les hormigueaban las palmas de las manos y todo el cuerpo mientras revoloteaban en su memoria las buenas nuevas que iban a dar a conocer.

Era entendible su optimismo. Acababan de asumir. Registraban altos índices de adrenalina y no encontraban el modo de dosificarla, hasta que llegó el día de la primera rueda de prensa en la Casa Legislativa.

¿Qué les provocaba tanta dopamina? Eran unas iniciativas de ley que estaban elaborando para combatir a fondo y con todo el peso de la justicia el funcionamiento irregular de las casas de empeño. ¿Cuántos negocios de este tipo existen en el estado? Vamos a realizar un inventario. ¿Quiénes son los dueños? Estamos investigando. ¿Qué pretenden alcanzar con esas leyes? Proteger los derechos de los usuarios y, en el camino, hacer pinole las altas tasas de interés que cobran estos especuladores por los objetos empeñados. ¿Todos los grupos y las facciones parlamentarias votarán a favor? ¡Hombre de poca fe! ¿Para qué diablos necesitamos mayoría absoluta si con mayoría simple basta y es suficiente? De modo que, coaligadas, las diputaciones de un par de institutos políticos se frotaban las manos, contenían risas de contento, se miraban unos a otros, emocionados, y luego inflaban los pectorales en un alarde de triunfo adelantado.

Hubo varias ruedas de prensa. Es que tenemos que darle una difusión mayor a este proyecto legislativo. Que los electores sepan que ahora sí sus representantes populares estamos trabajando en serio. Que después se nos critique por lo que sea, menos todavía por no haber trabajado. Que pasemos a la historia como los diputados que asumieron a cabalidad su papel. Y si no lo hacemos, que la patria nos lo demande, total.

Empezaron a correr los tiempos legislativos. Las iniciativas de ley fueron presentadas y el Pleno acordó enviarlas a la comisión respectiva para su análisis y dictamen. Pero, ¡maldita sea!, el voto empezó a tambalearse camino a la sesión ordinaria donde aprobarían dichas iniciativas, hasta que se hizo granizo.

¿Qué pasó?… Los diputados habían escuchado una voz que desde las alturas les ordenaba posponer la aprobación del proyecto de dictamen. ¿De plano no se daban cuenta de que para aprobar este tipo de leyes no sólo basta tener voluntad? ¿Pues en qué mundo viven? ¿Y ahora qué hacemos?… ¡Archiven el asunto!… Y lo archivaron.

Nota en:

https://www.elsoldesanjuandelrio.com.mx/analisis/el-baul-5412885.html

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