Síntesis de Prensa 03 de Diciembre 2023

 

TEMA Crimen Organizado saqueo comercios en Acapulco
MEDIO Proceso
ESTADO Guerrero
CALIFICACIÓN Negativa General
RESUMEN La nota comenta que el crimen organizado fue el que operó los saqueos en Acapulco, en los diversos comercios en los que se encuentran las casas de empeño.
NOTA Crimen organizado, el otro huracán que arrasó Acapulco

 

Pillaje orquestado.

Foto: AP Photo Félix Márquez Crimen organizado, el otro huracán que arrasó Acapulco En medio de la devastación que dejó el huracán Otis en su paso por Acapulco, las organizaciones de la delincuencia organizada orquestaron y dirigieron múltiples saqueos a inmuebles de empresas y comercios del puerto. Sus hombres -en algunos casos armados- no sólo convocaron y coordinaron a pobladores en las acciones de pillaje, también se posesionaron de los bienes de mayor valor, como joyas y dinero resguardado en bóvedas y cajas fuertes.

Les fue sencillo: aprovecharon el caos y la ausencia de autoridad.

Margena de la O pA CAPULCO, Gro.- Ni siquiera en medio de la más grave contingencia que un fenómeno como el huracán Otis ha causado en los últimos años, las organizaciones criminales asentadas en Guerrero, y particularmente en Acapulco, dejaron de operar.

Por el contrario, fueron éstas las que estuvieron detrás y orquestaron los saqueos de las tiendas departamentales, autoservicios, conveniencia, farmacias, casas de empeño, casas de materiales y demás establecimientos que fueron vaciados en las horas posteriores al paso del huracán por el puerto.

De manera contradictoria, el gobierno federal ha guardado silencio sobre la participación de la criminalidad en estos actos, mientras que ha anunciado una fuerte militarización de la seguridad en Acapulco. Además, en los hechos, las Fuerzas Armadas mantendrán su actuación en distintos ámbitos de la vida del puerto, según las atribuciones que les concedió el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Una radiografía sobre el crimen organizado elaborada por el gobierno estatal arroja que en la actualidad en Acapulco hay dos organizaciones criminales. Quienes tienen mayor extensión territorial son Los Rusos (asociados al Cártel de Caborca), y en menor proporción el Cártel Independiente de Acapulco (Cida).

Ambos se dividieron la ciudad. Así planearon los saqueos y actuaron para llevarlos a cabo aprovechando el caos generado por los mismos, contaron a Proceso testigos y algunas personas que participaron en los hechos.

Llevan años asentados aquí, porque sus acciones fluyen a la par de otras actividades económicas asociadas también al turismo.

Pero desde 2006, con una secuencia de hechos ocurridos en el punto conocido como La Garita, han tenido mayor notoriedad pública y desde entonces mantienen a Acapulco con la constante alerta de peligro e impactos que han marcado de forma funesta la vida en el puerto.

Encima de todo, la situación derivada por el azote de Otis dejó todas las condiciones para que estos grupos actuaran con la mayor libertad. El huracán dejó sin energía eléctrica, telefonía, comunicación terrestre y área a la población, y sin la posibilidad de algún tipo de seguridad.

El botín para ellos era uno distinto al de la población en general: las cajas fuertes y bóvedas de dinero de los establecimientos, las joyas o artículos de mucho valor.

Aun con la intervención de los grupos criminales, todo el peso del descrédito público de los saqueos se lo llevó la gente común.

En algunos casos eran los miembros de estas organizaciones criminales los que de manera directa ingresaban a los establecimientos; en otros casos, aprovechaban el ingreso de los habitantes para ir por las cajas de cobro. Es decir, donde estaba el dinero en efectivo.

«La gente la utilizaron para que hiciera bola y ellos se llevaban más», cuenta un joven de la parte alta de colonia Renacimiento, que participó en los saqueos y supo cómo operaron los grupos criminales porque acudió a algunas de sus convocatorias.

Esta colonia pertenece a la zona suburbana, conocida en el puerto por su condición de inseguridad, peligro y pobreza, muy diferente a la franja de playa, hoteles, tiendas departamentales, restaurantes, bares, discotecas y demás centros nocturnos.

El desastre que dejó el huracán Otis en Acapulco permitió recorrer áreas que de otra manera sería casi imposible transitar; son submundos alternos al Acapulco turístico, en el que los empresarios que perdieron sus negocios este año comenzaban a reponerse después de la pandemia del covid-19, porque la inseguridad la llevan a cuestas desde antes.

«Oi que decían ‘al rato vamos para tal lado’, y así. Iban de lugar en lugar», sigue con su relato el joven de 27 años, de quien se omite el nombre por su seguridad. Él forma parte de la población de estos submundos, plagados de desventajas para quienes los habitan.

Después del huracán, en Acapulco no había otra manera de comunicarse más que lo que platicaban unos con otros.

En su zona, él supo que los saqueos comenzaron entre las seis y siete de la mañana del mismo 25 de octubre, unas horas después del huracán. De acuerdo con las autoridades locales, Otis tocó tierra a las 00:25 horas de ese miércoles.

Caos stigueos.

Foto: Miguel Damayuga Cuando se enteró que abrirían una casa de empeño en la colonia Vacacional (zona suburbana), sitios de interés, porque hay joyas que los clientes dejan en garantía a cambio de préstamos, se abstuvo de participar. Acudió después al saqueo de una tienda Salinas y Rocha, que pertenece a Grupo Elektra, y después a un Neto, tienda de autoservicio de productos económicos, todos ubicados en la colonia Zapata.

Según vio, los criminales elegían los lugares con recursos y piezas de valor para ingresar y saquearlos. «Entraba cual sea, pero ellos ya entraban… si agarraba dinero, por decir otra persona, nada más se lo quitaban a la fuerza o lo ejecutaban.

dice. Debido al caos que dejó el huracán, no hay manera de saber si de las 48 muertes oficiales por la contingencia alguna tiene que ver con estos escenarios de violencia criminal.

El joven conoce que hay diferentes grupos criminales en Acapulco y entiende que operaron por secciones. Sus relatos no salen de la zona suburbana, porque es lo que conoce, pero en otros lugares hay reportes de hechos similares.

Otro habitante de la zona suburbana supo que hubo una pelea en un Elektra del área, a donde entraron integrantes de un grupo criminal con armas y herramientas para abrir la bóveda de dinero. Lo consiguieron, pero en algo debieron no ponerse de acuerdo, porque la acción terminó en confrontación y disparos que agudizaron el saqueo. Hasta ahora no hay ningún reporte institucional sobre el caso, como no se había dado hasta el cierre de edición un informe sobre los negocios afectados.Vacío de autoridad También en otros puntos de Acapulco hubo indicios de que las organizaciones criminales intervinieron en los saqueos.

En la calzada Pie de la Cuesta había una plaza grande. La mayor parte del edificio lo ocupaba una tienda de autoservicio Chedraui. Al igual que muchas del puerto, fue saqueada y destruida. Los vecinos contaron que tardaron más de dos días en desmantelarla por completo. Pero antes de que llegaran habitantes de las colonias aledañas, personas armadas ingresaron y se llevaron lo que quisieron.

Más adelante, en esa misma dirección, está Pie de la Cuesta, una de las playas y zonas habitacionales de Acapulco con su propio ritmo. Ahí, casi enfrente de un establecimiento de cementos, está una bodega de insumos que, saben algunos, debe surtir a muchos de los negocios de abarrotes del puerto.

Después del huracán, el área se llenó de personas en espera de entrar por productos, pero en la puerta había hombres armados que se encargaban de organizarlas en pequeños grupos y les daban un espacio de tiempo para que tomaran lo que quisieran y se retiraran.

Una persona más que acudió hasta esa bodega compartió que en pleno caos después del huracán, un tráiler cargado de productos llegó a ese punto de Pie de la Cuesta, y quienes dirigían avisaron que repartirían todo lo que había en él.

La persona que comparte este hecho (de quien también se protege la identidad) supo, al igual que todos los presentes, que los coordinadores que repartirían los productos eran miembros de grupos criminales. «Es gente de esa», expresa.

Los dos Acapulcos.

Foto: Bernardino Hernandez Las horas y días posteriores al huracán en Acapulco todo estaba revuelto, y un porcentaje importante de personas que participaron en ambos bandos de los saqueos provenían de las mismas zonas empobrecidas antes de Otis, que sólo multiplicó la dimensión de su pobreza. Muchos otros sólo aprovecharon la situación.

La destrucción del huracán categoría cinco, nunca antes vivida en el territorio, por momentos se vio opacada por el tema del desmantelamiento de los establecimientos.

El lugar que se pisara del puerto era suficiente para ofrecer una muestra de la magnitud del desastre, pero los saqueos lo complicaron, porque la movilidad en la ciudad, ya mermada por los daños del huracán, fue bloqueada totalmente.

El jueves 26 de octubre, al día siguiente del paso del huracán, fue imposible cruzar en vehículo de la caseta de La Venta de la autopista del Sol hasta la costera Miguel Alemán, por todos los cuellos de botella que se formaban en los cruces de las calles y avenidas a causa de los saqueos, lo que también puso en evidencia otro factor: el vacío de autoridad que había en ese momento.

Por la entrada de Metlapil, la caseta de cobro interna que lleva hasta Acapulco Diamante, la zona exclusiva del puerto, sólo fue posible llegar ese día hasta el bulevar de las Naciones, porque el Centro Comercial Diamante, donde había tiendas departamentales diversas, desde autoservicios hasta productos para hogar, era objeto de la rapiña al mediodía y los vehículos estaban atascados en el tránsito.

Además de que la gente corría o circulaba por todos lados cargados con cosas, muchas de ellas innecesarias para ese momento de la contingencia, como aparatos electrónicos y árboles de navidad empaquetados, otras tantas buscaban sobre el puente algo de señal telefónica para comunicarse con su familia.

Todo aquello era un caos sin ninguna posibilidad de ser regulado. La escena, además, se reproducía en diferentes puntos de la ciudad. En los huecos de la zona suburbana se vio, por ejemplo, casas de empeño o materiales de construcción y acabados de vivienda de donde se sustraía todo lo posible.

En las horas consecutivas algunas empresas tomaron medidas para evitarlos, aun cuando eso significara vaciar sus bodegas, porque los saqueos implicaban la destrucción de los establecimientos.

El viernes 27 de octubre, un par de hermanos caminaban sobre el bulevar Vicente Guerrero, rumbo a la Plaza Caracol, ubicada en la colonia Vacacional, cuando vieron que afuera de las bodegas de Gamesa y Sabritas había reunidas unas 300 personas.

Al parecer se alistaban para entrar, pero el encargado, quien ya tenía reunido a personal de empresa como contención, los atajó al comunicar a través de un megáfono que abrirían sus puertas para que, en grupos de 20 personas, de manera pacífica, entraran hasta las bodegas y tomaran todo lo que quisieran y pudieran. Los hermanos decidieron hacer fila y esperar su turno para entrar, contó uno de ellos.

Los empresarios evitaron así que el lugar fuera destruido y que se llevaran otras cosas más allá de los productos. Todavía el domingo 29 de octubre se vieron las largas filas de acapulqueños afuera de estas bodegas.

Esta misma estrategia la aplicó la compañía de lácteos Lala: abrió sus puertas para repartir todos los productos que tenía, porque ya habían forzado la puerta trasera. La Costeña, también ubicada en la misma zona, no actuó antes y su historia fue la del saqueo.

Todo este escenario sirvió para que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador pusiera en marcha un plan de militarización de Acapulco, ante una incapacidad para erradicar la inseguridad que es real y lo reflejan las operaciones de los grupos criminales en plena contingencia.

Los 10 mil elementos de la Guardia Nacional enviados para las funciones de seguridad después de la contingencia natural y por la rapiña se quedarán. El presidente anunció la construcción de 38 cuarteles más de policías militares, sumados a otros que ya están o se construyen en Guerrero, como el de Ocotito, en la zona rural de Chilpancingo.

La militarización es un hecho y Acapulco será reconstruido con ese control.